En Colombia seguimos planificando los territorios con metodologías que, aunque han sido útiles, ya no alcanzan para responder a la velocidad con la que cambian nuestros ecosistemas, ciudades y riesgos. Hoy contamos con información geoespacial de precisión —satelital, aerotransportada y censitaria— que permite entender el territorio con un nivel de detalle imposible hace apenas una década. Sin embargo, esta capacidad técnica aún no se refleja plenamente en la formulación y actualización de los Planes de Ordenamiento Territorial (POT).

Los POT modernos deben ser algo más que instrumentos normativos, deben ser sistemas inteligentes, capaces de integrar dinámicas ambientales, sociales y económicas en tiempo real. Esto solo es posible cuando se incorporan tecnologías como los Sistemas de Información Geográfica (SIG), los modelos de resiliencia socioambiental, los análisis de dinámica climática y las bases de datos geográficas estructuradas bajo lineamientos técnicos sólidos (como los del DNP).

Hoy enfrentamos fenómenos territoriales cuya complejidad exige nuevas lecturas. Las transiciones del uso del suelo, los cambios en la cobertura vegetal, la presión hídrica, los movimientos en masa y la expansión urbana desregulada no pueden seguir analizándose únicamente con información histórica. La disponibilidad de imágenes satelitales de alta resolución y registros de estaciones locales permite construir diagnósticos mucho más precisos, anticipar riesgos y diseñar medidas que realmente protejan a las comunidades.

Además, la planificación territorial debe incorporar enfoques como el balance de energía en superficies urbanas y rurales, una herramienta clave para entender fenómenos de calor urbano, estrés hídrico o degradación del suelo. Esto, combinado con modelos de resiliencia, nos permite identificar áreas críticas donde la presión socioambiental ya superó su capacidad de recuperación.

La actualización técnica de los POT no es un lujo académico ni un capricho metodológico. Es una condición necesaria para que municipios y departamentos puedan gestionar su territorio con criterio, prevenir conflictos socioambientales, orientar proyectos de infraestructura con menor incertidumbre y cumplir estándares de sostenibilidad exigidos por normativas nacionales e internacionales.

El país necesita hablar más de esto. Necesita POT construidos con ciencia, con datos confiables y con enfoques que integren tecnología con realidad social. La modernización de los POT es un reto, pero también una oportunidad única para que Colombia alinee su planificación con el conocimiento científico disponible. Y ese, sin duda, es el primer paso para construir territorios más seguros, más resilientes y más preparados para los desafíos que ya empezamos a vivir.