La industria del turismo y los riesgos de la economía colaborativa

29/05/2017

A nadie se le escapa ya una realidad que no sólo está teniendo una importante consolidación, sino que crece de manera imparable y, para algunos, de forma preocupante. Me refiero al desarrollo, en todas las sociedades occidentales, de la llamada economía colaborativa. En las grandes ciudades españolas, y particularmente en Madrid y Barcelona, las protestas de hoteleros y taxistas son cada vez más frecuentes, e importantes, por lo que consideran una competencia desleal de compañías como Airbnb, Uber, Cabify o Bablacar. 

Parece, cada vez tenemos todos menos dudas, que la llamada, no siempre de manera acertada, “economía colaborativa” ha llegado para quedarse. Y ello no tendría que ser malo en sí mismo. La cuestión es que la ha hecho para cambiar radicalmente las cosas. Los hábitos, la forma de entender, por parte de los ciudadanos, las necesidades del Siglo XXI.

El Sector del turismo es fácilmente vulnerable frente a estos nuevos modos de entender el negocio. Los reclamos que se utilizan son, también, muy virales. Se argumenta que la economía colaborativa es más barata para el usuario y más sostenible para la sociedad.

Sin embargo, para las “viejas estructuras” de la industria turística, su desembarco representa una seria amenaza. Airbnb, un “recién llegado” al Sector, ya cuenta con más de 300.000 habitaciones para ofertar a un público que le busca. En nuestro país, Barcelona es un buen ejemplo de los negativos efectos de esta forma de vender habitaciones baratas. El Gremio de Hoteles de la Ciudad Condal, estima en alrededor de 9.000 los apartamentos turísticos ilegales. Tal actividad sumergida, está generando serios quebraderos de cabeza al hotel tradicional y, en especial, entre otros, a la ratio de precio/habitación.

Es cierto que han de ordenarse, y con el necesario rigor, las actividades desarrolladas por particulares coordinados por esas nuevas plataformas tecnológicas. Sin duda alguna. Y es obvio, también, que deben evitarse los riesgos de todo tipo que tales actividades pueden favorecer, desde la generación de economías sumergidas incontroladas, no sólo desde la perspectiva tributaria, sino también desde la exigencia de estándares de calidad y garantía de los consumidores. Hay que despejar, de igual forma, toda inseguridad jurídica derivada de la contratación con alguien que no es empresario en la acepción más honda del término.

“No se pueden poner puertas al campo”, pero tampoco se puede abandonar a su suerte a un sector que para nuestro país representa una muy importante parte del PIB. La actividad colaborativa entre particulares es una cosa y las grandes estructuras de las plataformas on line, y sus relaciones con clientes, de todos, también otra. Impedir su desarrollo no está justificado, regularlo y garantizar la lícita actividad si es una incuestionable exigencia.

Si profundizáramos en el modelo, descubriríamos que la estructura de negocio de estas plataformas basa su éxito, precisamente, en sus bajos costes, toda vez que se limitan a relacionar a cliente y proveedor y es éste el responsable, de la prestación del servicio y el propietario de los recursos necesarios para tal fin, el coche, la habitación, etc., y quién, en definitiva, deberá cumplir con las obligaciones legales y fiscales de la actividad que desarrolla. No se puede pasar por alto que, en nuestro país, la cultura de la propiedad de la vivienda, tanto de primera residencia como de verano, está muy extendida en nuestras costumbres y que ese exceso de unidades alojativas, vinculado a la crisis económica, todavía no del todo superada, ha favorecido el pronto desarrollo de estas plataformas.

Surgirán otras muchas alternativas. La capacidad de imaginación del ser humano es inagotable y todos los operadores del Sector tendrán que saber adaptarse a los cambios que vendrán. Siempre hay un lado positivo en los cambios que obligan a aguzar el ingenio y a innovar. A superar ciertos, y razonables, acomodos derivados de toda actividad en la que no se producen recurrentes replanteamientos del modelo de negocio.

Leía hace no mucho sobre una start-up desarrollada en Francia, Nigthwallet, un “banco de noches”, en la que un particular acoge en su casa a un visitante y va acumulando un dinero virtual que podrá utilizar, él, en pernoctaciones en viviendas de otros miembros de la plataforma o, llegado el caso, convertir en dinero de curso legal.

En tal contexto, difícilmente podremos escapar de esta realidad que ha venido para quedarse y que, adecuadamente regulada, generará nuevas formas de entender la industria del turismo. Si convenimos que es una realidad vinculada al uso de las nuevas tecnologías y que es precisamente el público más joven quién más uso hace de ellas, terminaremos también aceptando que el futuro es imparable.

José María Pinedo y de Noriega, Socio Director Auren Corporate.

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