Es una verdad incontrastable: hay una nueva manera de hacer y de gestionar los negocios. Seaproducto de las transformaciones que introdujo la pandemia o sea que había llegado la hora delcambio. No hay actividad que se escape a esta realidad. Tampoco las firmas de auditoría.
La figura del auditor se identifica con la plena confianza, discreción a ultranza y preservación de los datos de los clientes. Incluso cuando se trata de balances y registros públicos: solamente los dan a conocer los entes públicos que intervienen por ley, o el propio cliente si lo considera conveniente.Demasiado bien lo sabemos en Mercado. Hace décadas que hacemos el Ranking de las 1.000 que más venden y desplegamos un esfuerzo ingente para recolectar la información entre las empresas. Algunos prefieren no contestar, otras arguyen demoras, otras que todavía no han podido publicarlosHace unos años decidimos incorporar –para enriquecer la investigación anual– el ranking de las firmas de auditoría dentro de nuestra investigación. Las auditoras nos confirmaban quiénes eran sus clientes activos y entonces si figuraban en nuestro listado de las 1.000, se los atribuíamos. El que más clientes lograbadentro del ranking, era el primero en la lista de auditores, y así sucesivamente.Pero las sucesivas crisis han cambiado casi todo. Ahora tampoco hemos contado con el concurso de los auditores para confirmar, simplemente, quién son sus clientes. Una dificultad adicional.